Los años transcurridos entre el
comienzo del reinado de Alfonso, XIII (1902) y el final de la guerra
civil española (1939), constituyen uno de los períodos más agitados de
la historia de España.
En ese período de tiempo hubo en
nuestro país una monarquía* (la de Alfonso XIII), una dictadura* (la
del general Primo de Rivera) y una República*.
Los problemas que aquejaban a España eran numerosos y algunos de difícil solución.
El ejército se desgastaba en la
guerra de Marruecos sin éxitos relevantes. El número de oficiales era
mucho mayor del que proporcionalmente correspondía a nuestro número de
soldados.
Existían muchos braceros* sin
tierra, mientras que la aristocarcia* poseía grandes latifundios sin
explotar o mal cultivados. En muchos lugares de Castilla, Extremadura y
Andalucía se pasaba verdadera hambre.
La población aumentaba
considerablemente y el excedente de mano de obra se veía obligado a
buscar trabajo en las zonas industriales del País Vasco y Cataluña,
cuyas fábricas no podían absorber a la totalidad de inmigrantes del
campo.
La Iglesia contaba con miles de
religiosos, monjas y sacerdotes y se oponía a los intentos liberales de
la República en materia de enseñanza y de libertad religiosa.
Como dice Gabriel Jacson,
historiador de la guerra civil española, cuando advino la República en
1931, los españoles quisieron hacer todo en seguida: separar la Iglesia
del Estado, crear escuelas primarias y secundarias, reformar la
Universidad, reducir el número y aumertar la eficacia de la burocracia*
y el Ejército, conceder la igualdad legal a la mujer, distribuir
latifundios entre los campesinos, conceder la autonomía* a las
principales minorías culturales (los catalanes y los vascos). Quisieron
dar a España rápidamente las libertades políticas y religiosas, y el
sistema educativo público, de alta calidad, que Francia había logrado
trás un siglo de experimentos y conflictos desde 1789.
El domingo 19 de julio de 1936, sobre
las tres de la tarde, comenzó el alzamiento militar en Albacete. Un
total de 700 hombres, que componían las distintas fuerzas militares, a
los que se unieron gentes de derechas y del centro, en especial de
Falange, Acción Popular y Renovación Española.
En la mayoría de los pueblos que están situados en la carretera Madrid-Murcia, el alzamiento tuvo éxito.
Las provincias que rodean
Albacete eran partidarias del gobierno legítimo de la República y por lo
tanto no se sumaron a la rebelión militar. Guardias Civiles de Villena
(Alicante), guardias de Asalto de Alcoy (Alicante) y numerosos grupos de
paisanos armados penetraron en tierras albacetenses para intentar
vencer a los sublevados. El día 25 de julio, seis fechas después de
producirse la sublevación, murcianos y alicantinos conseguían la
rendición de la ciudad de Albacete.
De no haber habido apoyo
internacional, el ejército de Africa no habría cruzado el estrecho de
Gibraltar y la rebelión militar no habría triunfado. Y posteriormente,
sin los envíos de armas, que recibieron las dos partes, la guerra se
habría consumido por agotamiento de las escasas reservas de material
bélico que había en nuestro país.
Tanto el gobierno de la
República como los militares del general Franco recibieron ayuda
internacional de toda clase: combatientes, armamento, etc. Alemanes e
italianos apoyaban a los militares sublevados.
Dentro de los que ayudaron a la
República, se encontraban losvoluntarios de varios países del mundo que
se alistaron en lo que se llamó Brigadas Internacionales. Albacete y los
pueblos de alrededor fueron los lugares elegidos para instalar los
campamentos militares en los que se adiestraron para el combate a
aquellos hombres procedentes de los más variados rincones del mundo.
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